Este
año he tenido el grandísimo honor de poder preparar el traje de Papá Noel y
también el de su querida esposa y los he planchado con el máximo cuidado no
fuera a ser que por mi culpa Papá Noel no viajara en condiciones, a repartir
los miles de millares de juguetes para todos los niños del mundo…
Se acercaba la hora señalada y ya estaba todo preparado: El trono de Papá Noel, los caramelos…
Sólo faltaba que su presencia llenara el local acompañado del alboroto de los más pequeños. Y, cuando menos lo esperábamos, así como de la nada… aparecieron!!! El mismo Papá Noel de siempre y como siempre… ¡Parece que los años no pasan por él…!
Saludó
a los niños, se sentó en su trono y uno a uno los fue atendiendo en sus
encargos, siempre ayudado por su inseparable esposa que, en todo momento,
estuvo pendiente de cuanto allí acontecía y repartiendo caramelos a tutiplén.
También
tuvimos ocasión los más mayores de pedirle alguna cosa; peticiones que él
amablemente y como siempre, atendió.
Y así… Como de la nada … Así como había venido… Y casi sin darnos cuenta, se fue… Imagino que seguiría su camino hacia otros pueblos, donde también la inocencia y la ilusión de los niños no dejaría de estar presente.