Otoño

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jueves, 8 de marzo de 2012

Página web de Llombera. Presentación.

La Fayona de Llombera

Aun quienes no conocieron a La Fayona en pie, han podido constatar a través de los años el profundo sentimiento que en torno a ella, enraizó en nuestras gentes, marcando para siempre sus vidas.

La Fayona, árbol majestuoso y emblemático de nuestro pueblo, Llombera.

Testigo silencioso del acaecer de cada día, nació y creció en “La Hojica” a escasos metros del faedo. Solitaria, como en voluntario desplazamiento del resto, soportando el azote del viento invernal o el intenso sol del verano, sin más protección que su propia naturaleza, fuerte e inmensa…

Bajo sus ramas, los juegos y las risas de los niños, contagiaron de vida su alma; esos niños que disfrutaban intentando abarcar con sus menudos cuerpos el enorme tronco. Adultos hoy, que aún recuerdan lo que les gustaba trepar sobre ella, contemplándola desde su imaginación infantil, como si de un gran gigante se tratara.

Las primeras y tímidas declaraciones de amor de adolescentesque a punta de navaja, grababan un corazón y las iniciales de sus nombres en la corteza de sus ramas, perdurando en el tiempo.

La sombra que este gran coloso proyectaba, era aprovechada por la gente del pueblo para saber la hora en un tiempo en el que no tener reloj, era lo habitual. Cuando la sombra de La Fayona estaba enfrente del pueblo, la gente sabía que eran las doce del mediodía; en verano en las eras, cuando se trillaba, con una mirada a La Hojica sabían la hora de sacar las vacas de la trilla. También se servían de ella para llevar puntualmente la comida a los mineros a Competidora.

Nos cuenta Ana Mari que, siendo ella una niña, le regalaron un reloj (probablemente para el día de su Primera Comunión) y que estando en la calle jugando, vio salir a la tía Juana de casa, para llamar a alguien de la familia a comer, “porque ya son las dos de la tarde” (ésto lo dijo mirando hacia La Fayona); Ana Mari miró su pequeño reloj y ¡en efecto! Comprobó que eran exactamente las dos.

En una ocasión subieron Felina y sus hermanos Celedonio y Pepín; Cuando estuvieron junto a La Fayona se quitaron los cintos de los pantalones y agarrándose unos a otros con los cintos y las manos no les dio para abarcarla, (se decía que se necesitaban siete personas).

En nuestra historia más reciente, La Fayona sigue formando parte de nuestro día a día; dio nombre al mesón y hoy también nuestra asociación lleva su nombre.

Uno no puede dejar de percibir el mismo sentimiento en todos los que la conocieron, el mismo deseo de abarcarla en un abrazo común de admiración y respeto que sólo las grandes cosas pueden transmitir. Un sentimiento puro que sólo se ve con los ojos del alma. El mismo y profundo sentimiento que la contemplación del faedo hoy me provoca, con sus colores cambiantes en cada estación, con su desbordante belleza cuando quiera que lo mires…

Contemplar la suavidad del verde con las primeras hojas de primavera me transmite la calma, el equilibrio y la esperanza que tanto necesito.

Su intenso verde en el verano, acompañado, ya más en mi memoria, del rumor del ganado sesteando bajo las frescas sombras, en aquellas calurosas tardes donde en medio de la paz y el sosiego, mil sonidos diferentes se entremezclaban, formando un todo único…

Los ocres del otoño con la infinita diversidad de tonalidades, que arropadas por las primeras nieblas, nos envuelve de melancolía y nostalgia...

Las ramas desnudas por el viento, las navariegas anunciado el invierno con su manto de nieve, petrificando el alma, silenciando los sentimientos…

Dicen que los ojos se habitúan a un paisaje, lo incorporan poco a poco a sus costumbres y a sus formas cotidianas y lo convierten finalmente en un recuerdo de lo que la mirada, alguna vez, aprendió a ver.

Hoy, a pesar de los largos años de ausencia... La Fayona sigue formando parte entrañable de nuestra memoria y mientras esto sea así, de alguna manera sigue y seguirá estando viva, porque vivo está el sentimiento por una pérdida irreparable, conscientes además de que, a veces, los paisajes más bellos los tenemos tan cerca que apenas los vemos…

Su sabiduría, su energía y su belleza subsistirán a través de los años...

Su ausencia dio pasó al silencio… y alteró para siempre, el paisaje de nuestras vidas.