La Fayona de Llombera
POZOS DONDE SE LAVABA, EN LLOMBERA
La Lastra:
Esta preciosa pozuca natural se encuentra a la orilla del camino, pasando el caño del Barrio Arriba, que lleva a La Era el Valle y llega a Samés. A su derecha y hacia arriba se encuentra El Pando, en donde hay tierras de labranza y huertos y a la izquierda El Barrio Arriba.
La Lastra, son unos serrascos que tienen unos huecos naturales a modo de pozas, que eran muy apropiados y se utilizaban para lavar la ropa.
El sistema por el que entraba el agua en La Lastra era el siguiente:
Antes, el camino no estaba tan bajo, venía casi a nivel con La Lastra y cuando llegaban las nevadas y empezaba a destemplar, se remanizaba agua por todos los sitios; El agua que manaba por abajo de El Pando y por junto al huerto de Celedonio, formaba una pequeña laguna y, más abajo, junto al camino, manaba otra pequeña fuente; Eran como chamargales que se iban encauzando para que llegara el agua a la poza.
Las mujeres llegaban a La Lastra con sus cestas o baldes de latón, llenos de ropa para lavar, muchas veces traían un balde en la cabeza y otro bajo el brazo, apoyado en la cintura, con las inevitables marcas que les dejaba en la piel el borde del balde...
Aprovechaban todos los huecos que había alrededor de La Lastra para ponerse a lavar, aunque el mejor sitio era por donde entraba el agua encauzada y todas procuraban llegar las primeras para cogerlo. Se arrodillaban poniendo debajo algún trapo de los que llevaban a lavar y así amortiguar un poco la durez y no hacerse daño en las rodillas; Había quien, si el marido era curioso o tenía el oficio de carpintero, no le faltaba en casa el cajón de lavar, hecho de madera con dos tablas por los laterales, una en el frente y otra por abajo y abierto por detrás para meter allí una almohadilla de lana que se hacía en casa, a la medida del cajón, para que las mujeres pudieran encajar allí sus rodillas y a la hora de lavar, ese cajón evitaba que el agua las mojara.
Lavaban la ropa enjabonando y restregando sobre las piedras de La Lastra, que de manera natural allí se encuentran, utilizando estas piedras a modo de tarja, aunque también se utilizaba la propia tarja de lavar, que es una pieza de madera rectangular con una serie de ondulaciones sobre ella que servían para que, al restregar la ropa sobre ese relieve, ésta quedase más limpia.
Tanto el cajón de madera como la tarja, sólo se llevaba a lavar si el pozo estaba cerca pues si quedaba muy lejos ya tenían bastante peso con el balde de la ropa como para llevar el resto de utensilios...
Se usaba para lavar la ropa jabón hecho en casa, aprovechando que se hacía la matanza, pues entonces la grasa abundaba, bien de sebo, de unto o de tocino, (la grasa sobrante del año se solía guardar en escudillas).
La forma de elaborar el jabón era la siguiente: Se picaba la grasa poniéndola a derretir junto con la sosa en agua caliente, se iba revolviendo y revolviendo hasta que se deshiciera, a veces, si no se revolvía bien, podía quedar algún trocín entero de grasa y luego salía en el jabón algún trocín sin derretir. También se le ponía un poco de jaboncillo (el que utilizaban las modistas para marcar la ropa) pues eso le daba algo de color.
Este líquido se echaba en una lata o un cajón de madera que previamente se había tenido en agua para que hinchara y así no se perdiera el líquido del jabón y se dejaba enfriar, pero no demasiado, pues así era mas fácil de trocear, antes de que endureciera del todo; Luego se colocaban los trozos, unos encima de los otros en una estantería donde les diera el aire, para que se endurecieran más.
Con el paso del tiempo se fue perdiendo esta práctica, pues al hacerse el gasto del mes en el economato de la empresa minera, entre todas las cosas, se compraba el jabón de lavar; Éste era en barras que traían unas pintas azules y luego se partía en casa; Dicen que este jabón, lavaba, incluso mejor que el otro.
A la bajera de La Lastra, en las últimas pozas, se atacaba con ropa ‘pa’ que no se marchara el agua. Allí echaban la ropa de la mina ‘pa’ que fuera amorgando a medida que iban lavando la otra ropa, todo el jabón se iba ‘pa’ donde estaba este pozo y asina se iba ablandando y se podía lavar mejor, ya que la ropa de la mina estaba negra como un tineo...
Cuando se veía que estaba el agua muy sucia, con una escoba de monte, se barría toda la poza bien barridina, hasta que quedaba limpia como una patena; Después volvía a llenarse de agua y, ¡lista para la próxima vez!
Estas labores también eran aprovechadas por las mozas en edad de merecer; No pocos encuentros, debidos a la obligación del lavado de la ropa, fueron el inicio de noviazgos o continuación de amoríos... En La Lastra aún puede verse el boraco hecho por la cacha de alguno de estos pretendientes que, mientras hablaba con la moza en cuestión, a la vez iba golpeando con la cacha en la piedra, hasta hacerle un buen boraco, ¡Juasús nina! pero cuánto no hablarían...
Esto hace bueno el refrán que dice: Días de mayo, días de amargura, apenas amanece y ya es noche oscura...
Se tendía la ropa en los sierros de la parte arriba del caño para que fuera escurriendo y secando;
(Una vez ocurrió que, lavando en La Lastra, a la hora de dejar escurrir la ropa, estarían llenos los sierros y la tendieron en los espinos de la sebe de la tía Justa, que vivía un poco por abajo de La Lastra y enseguida salió a ‘reñilas’ porque le tiraban los espinos abajo…).
Por el invierno, en esos días de sol, se aprovechaba para tender la ropa blanca en la nieve para que quedara más blanca y es verdad que nos quedaba como la pura nieve; Lavábamos tal que así: Mojábamos la ropa, le dábamos un jabón, sacábamos el jabón, le dábamos otro y a tender en la nieve hasta que el sol se quitara; Entonces era cuando se iba a recoger y nos encontrábamos que estaba tiesa como un garrote de lo helada que estaba y con esa friura íbamos ‘pa’ La Lastra y le sacábamos la nieve y el jabón y le dábamos otro. Nos dolían las uñas por el frío y metíamos las manos entre el pelo o debajo de los brazos para aliviar el dolor, ¡es increíble! Y todavía la dejábamos otra vez en el balde para, al otro día ponerla a secar por los serrascos que había allí por donde está ahora el depósito del agua pero más ‘pal lao’ de Bustillo, que allí por aquellos sierros nos secaba la ropa que daba gloria; Otras veces tendíamos por el 'prao' de la tía Justa, saltando la pared, pero como nos guipara ella, otra vez la riña... “malditas que tiráis to las parés, ir a lavar pa los infiernos...”
Llegando el mejor tiempo se tendía la ropa blanca "al verde" durante todo el día, para que se quitaran mejor las manchas; Se enjabonaba bien la ropa, se sacaba el jabón y se le daba otro, se tendía al verde y cada mujer tendía donde más cerca le quedara: En La Vallina, en Las Eras … Después, caldero de agua y regadera en mano se iba al ‘prao’ para, cuando se secaba la ropa, volverla a regar bien regadina y así cuantas veces fuera necesario, para evitar que salieran manchas amarillas en la ropa tendida, a consecuencia de lahierba; Cuando se recogía del verde, se lavaba bien y se tendía a secar.
Y después de este “tratado”, sobre cómo se lavaba la ropa antiguamente, continuamos con esos sitios maravillosos de nuestro pueblo a donde se acudía para realizar este menester:
Subiendo por El Suétano arriba llegabas al pozo de junto a casa María Rosa, donde también se lavaba, incluso más que en La Lastra, porque bajaba el agua del caño del Barrio Arriba y no faltaba nunca, no como en La Lastra que llegaba a escosarse (secarse) con la llegada del buen tiempo.
En el pozo había puestas unas losas de piedra todo alrededor para poder lavar y frotar la ropa en ellas haciendo las veces de tarja; Tenía también dos piedras grandes abajo y por afuera, ‘pa’ que cuando se lavaba la ropa de la mina, hacerlo sobre estas piedras evitando así que esa ropa, llena de carbón, ensuciara el agua en demasía; A la mujer que estaba lavando más para la orilla de abajo del pozo se le ‘pasaba’ esta ropa, diciéndole: “¡hale, dale tú un poco ‘pa’ que no se nos ensucie tanto el pozo” y ella le daba dos o tres jostreaos y la echaba ‘pa’ fuera; Así lo hacíamos. El pozo, cada ocho días o así había que abrirlo y quitarle toda la arena y la suciedad; Se barría bien barrido, lo lavábamos bien y se volvía a tapar de nuevo poniendo tapines y piedras, pero siempre se nos marchaba algo de agua por los ‘laos’; Quien lo retacaba muy bien era María Rosa, a ella no había quien le pusiera el pie, lo retacaba de una manera con los tapines y piedras que no se marchaba ni una gota de agua.
Los mejores sitios para lavar, todo el mundo los quería, (aunque había que madrugar 'pa' cogerlos) bien porque eran más cómodos de postura para lavar, bien porque ese sitio estaba cerca del chorro de aonde bajaba el arroyo. A veces se cotaban las piedras, o sea, se ponía un trapo de los que ibas a lavar, encima del sitio a acotar, ponías una piedra y ya estaba ‘cotao’, lo que pasa es que, si iban llegando las mujeres y no llegabas tú y no había sitio bastante, te acababan quitando lo ‘cotao’; Alguna vez, la duda de si valía o no valía acotar, ha servido de discutinio.
Los pozos de lavar sirvieron también como punto de encuentro o lugar de reunión de las mujeres y cuántas veces las madres que iban a lavar, tenían que llevar con ellas a sus hijos más pequeños que, dicho sea de paso, una manera de entretenerlos era darles un pañuelín o unos calcetines o cualquier trapuco, ‘pa’ que lo lavaran y así además, ya se iban acostumbrando a las labores del lavar, en mi imaginación las veo arrodilladas allí, junto a la madre, restregando la ropa en aquellas piedras, con esas carinas y esas trenzas largas, sus dedos arrugaínes y sus manucas coloradas por el agua helada, arrecías de frío…
Ésta era una dura y trabajosa labor, sobre todo en el invierno que con temperaturas tan bajas a veces tenían hasta que romper el hielo para poder realizar el trabajo. En una ocasión había ido a lavar María con su hija Ofelia y tuvieron que dejarlo por imposible porque, cuando se pusieron a lavar la ropa, de lo fría que bajaba el agua, no entraba ni el jabón.
La lana
Cuando venía el buen tiempo allá por mayo o junio se esquilaban las ovejas a tijera; A la lana que salía de cada oveja se le llamaba vellón y la esquilaban y salía el vellón casi entero; Cuando una pareja de novios se casaba y se ponían solos (se iban a vivir a su casa), compraban los vellones de lana para hacer el colchón.
La lana se aprovechaba también para hacer almohadas y también se preparaba para hilar y hacer jerseys, calcetines... Y la que sobraba se vendía; (Antes, la lana se vendía muy bien).
Preparación de la lana:En un balde bien grande se llenaba de agua templada, se metía allí la lana y se dejaba un buen rato a remojo; Se solía ir a lavarla ‘pal’ río, también ‘pa’ La Lastra, le dabas ‘pa’ arriba ‘pa bajo’, un agua tras otra hasta que saliera limpia; A veces se ponía en una cesta y, al esjuagarla ya iba ‘caendo’ por los agujeros el agua sucia y la grasa que tiene la lana; No se necesitaba jabón ni nada porque la lana tiene una finura, una cosa, como si fuera detergente natural, mientras más la lavabas más finas se te quedaban las manos; Después se dejaba escurrir y luego se tendía al sol, esparciendo bien la lana por los sierros de junto al río o por los de La Lastra porque no eran muy altos o por los espinos para que secara. Se le ayudaba a secar dándole vueltas de un lado y otro. Cuando ya estaba bien seca, se cogía y se vareaba bien con unas varinas a propósito ‘pa’ eso y se ponía la lana sobre unas mantas traperas o sobre un somier; Se iba golpeando con dos varas, una por un ‘lao’ y otra por el otro hasta conseguir hacerla buena; Caían todos los residuos ‘pa’ abajo y la lana quedaba arriba que, mientras más se vareaba, más esponjosa se ponía y así ya estaba lista para hacer los colchones; Según la íbamos vareando, la que iba quedando guapina la íbamos colocando en el colchón (la mitad de la tela) y cuando estaba bien colocadina, entonces le dabas a la otra tapa del colchón ‘pa’ arriba y se cosía por los ‘laos’ y ya les teníamos hechos unos agujeros y con unas cintas y unas agujas largas de coser colchones, se enhebraba la cinta, se metía por un ‘lao’, se sacaba por el otro y se volvía a meter la aguja ‘pa’ arriba y ‘pa bajo’, una y otra vez hasta que se ponían todas, luego se ataban bien atadas. Les poníamos nueve cintas de tres en tres.
Todos los años por San Pedro solíamos hacer los colchones, pero no se lavaba la lana, sólo se vareaba; Lo que sí se lavaba era la tela del colchón.
Para utilizar la lana en la confección de ropa, se espellicaba bien espellicada, se ponía en una rueca y se hilaba, después de hilada se torcía, (me cuenta Sión que siendo ella niña, cuando la abuela Anastasia hilaba, se subía a un sitio en alto para sujetar el fuso de torcer); Con el fuso de torcer se torcía la lana y se hacía una pelota muy grande en el fuso y cuando ya no cabía más, se sacaba y otro; Después se hacían las madejas, se ponía uno con los brazos abiertos y otro le iba arrebuciendo la lana en los brazos; Cuando ya era la madeja bastante grande, se ataba arriba y entonces era cuando la lavábamos: Se metía en agua templada, se enjabonaba y se aclaraba; Se ponían a secar al sol y cuando secaban bien se hacían los ovillos, enganchando la madeja con los dos brazos y otra persona formaba el ovillo; si estaba uno solo, se enganchaba por ejemplo, en el respaldo de una silla y desarrebuciendo la madeja poco a poco, ibas formando el ovillo. Se solían tejer jerseys o calcetines, éstos se podían hacer con dos agujas o con cinco, con dos agujas se hacían muy bien lo que pasa es que había que unirlos por atrás por los carcaños, de esta manera se hacían enseguida, pero con cinco agujas quedaban perfectos. Los calcetines se dejaban blancos, no se teñían.
Los jerseys se hacían con lana negra y con lana blanca, ésta se podía teñir: Se compraba una papeleta de tinte del color que se quisiera y se ponía un caldero en la lumbre, se echaba un ‘puñao’ de sal y se echaba la papeleta y cuando empezaba a hervir el agua se metía allí la prenda, se tenía cociendo un poquitín dando vueltas con un palo, luego se quitaba del fuego y se dejaba el caldero en el suelo, hasta el otro día en que se iba al caño a aclararla bien.
Las calas del jabón que iban quedando por casa, se cocían en una pota y ésta era la forma de tener detergente, que luego se echaba para un balde donde se ponía a remojo la ropa de la mina, después se llevaba ‘pa’ los pilones del caño: Primero se lavaba en el lavadero (sobre su piedra se restregaba muy bien la ropa, aunque algunas mujeres llevaban tarja) y por último se aclaraba en el pilón grande;
Los pilones del caño para lo que más se usaban era para lavar la ropa, pocas veces llevaban las vacas a beber agua a los pilones porque esta agua estaba muy fría; Las vacas solían llevarlas a beber ‘pa’ La Laguna, también ‘pa’ Detrás de Las Fuentes… Por el invierno, se les hacía un senderín por entre la nieve y asina una tras otra iban por aquel senderuco alante. A pesar de lo dicho, a veces había gente que prefería llevar las vacas a beber agua al pilón grande y entonces no se debía aclarar allí la ropa, había que aclararla echando el agua en un balde a ‘calderaos’.
La ropa de la mina se lavaba y se cosía o se repasaba el domingo pues era el día que descansaban... Esta ropa era de mahón (una clase de tejido) y se hacía en casa; Cuenta mi tía que, cuántos pantalones y camisas hizo ‘pa’ los sus hermanos en casa Lola, porque Lola cosía más ‘pa’ hombre que ‘pa’ mujer. Antes la ropa se hacía toda en casa, pantalones, camisas, calzoncillos, todo.
Y, prosiguiendo con los pozos de lavar diré, que también se lavaba en el arroyo de La Vega Honda; Había quién, aprovechando que llevaba ‘pa’ allí las ovejas o las vacas pues, de paso, lavaba la ropa; También se aprovechaba ese tiempo para coser, hacer punto, etc...
En Marniles también se lavaba, por donde están los chopos, que baja el agua de por allá arriba de detrás de La Peña (por entre La Peña y Montecillos), por allí debía nacer y bajaba el reguerín por allá abajo y allí mismo hicieron un pozo para poder lavar la ropa.
También se lavaba por El Río, más o menos enfrente del sierro de La Cueva el Río, pues por allí había algo de poza hecha del arroyo que baja de Tabliza.
Un poco más allá, por donde pasa la carretera de Orzonaga, se iba a lavar, pues allí había otro pozuco.
En El Pozo el Sierro, bajando de Los Pontones ‘pa bajo’ antes de llegar al camino que sube 'pa' ir a Orzonaga, allí también se lavaba.
En Los Pontones en la vuelta aquella de la carretera de la mina, hacia donde está el puente que tira ‘pal’ arroyo de Carresalguera, allí había otros dos pozos hechos con el agua de ese arroyo.
Otro sitio precioso donde se lavaba, era ‘pa’ La Fuente el Rugidero; (En una ocasión iban dos mozas a lavar a esa fuente, aprovechando que habían ‘echao’ las vacas a comer ‘pa’ allí y, como quedaba lejos, llevaron el burro, cargando en el serón las cestas con la ropa, cuando de repente salieron de entre la mata dos lobos; Ellas llevaron un susto de muerte y los lobos seguro que también porque salieron corriendo mata alante como una centella).
También se lavaba por abajo El Pando, cerca del huerto de Celedonio; allí salía el agua calentina que daba gusto.
Detrás del Alto la Lomba, en La Fuente la Canal, allí se podía lavar y también disfrutar de un paraje precioso, con una vista de frente impresionante y por donde se encuentra La Mata la Canal, otro monte hermosísimo donde solía irse a por hoja para el ‘ganao’ y por leña ‘pa’ la lumbre, qué recuerdos...
Se lavaba también en otra “Fuente la Canal”, que hay cerca de Collagudina, allá ‘pa’ el hayedo de Orzonaga.
Donde está hoy el merendero de Fonfría y aunque el agua estaba como su nombre indica… , también había gente que iba a lavar allí.
En La Era el Valle había otro pozo, en Bustillo, en el mismo Bustillo.
‘Pa’ Detrás de las Fuentes, había un pozo ‘pa’ lavar y otro ‘pa’ aclarar; Esta agua venía de La Poza la Cerezal que queda ‘pal’ Alto la Lomba, y siempre, siempre manaba.
Por Las Cárcavas había otro pozo hecho todo con piedras alrededor, pues como bajaba aquel arroyo de agua...
Allí vinieron alguna vez de Santa Lucía porque decían que “el agua de Llombera era mejor, que lavaba mejor sin jabón que la de Santa Lucía con jabón...”
‘A ton’ de este arroyo contaré una anécdota: Había un puentín por encima, ‘pa’ entrar en casa Ofelia y bajaba Maite con un ramuco de flores de plástico en la mano y Marifeli, tal vez porque ya de aquella, le repatearan las flores de plástico, o vaya usté a saber por qué, ni corta ni perezosa, se las arrepuñó y las frondeó 'pal' reguero; Entonces Maite, que era muy pequeña también, dice muy enfadada, llamando a Ofelia:¡Tía, a esta guaja la ‘fondo’ al reguero, que me tiró las flores!)
Y volviendo a los pozos...
‘Pa’ allá de la casa de Nides bajaba un arroyo y en el mismo arroyo, se lavaba.
‘Pa’ detrás de la casa de Celsa había otro pozo, donde se iba mucho a lavar, quizá por la cercanía con las casas.
Por abajo del cementerio y un poco más allá, había otro pozo que le llamaban La Fuente el Caño.
También se lavaba donde estaba la fuente del Barrio Arriba antes de que se hiciera el caño.
En La Fuente, ‘pa’ allá de la huerta de Sión, había un manantial que daba y da nombre al paraje, a la vez que un agua muy buena. Tenía una piedra por los ‘laos’ enorme y otra encima y se encontraba muy profundo, por lo que había que agacharse muchísimo y meter la cabeza ‘pa’ coger los calderos de agua y vaciarlos en el balde y así es como se iba lavando allá afuera con una tarja o una piedra que poníamos; Esa agua también se llevaba ‘pa’ casa ‘pa’ beber y fregar y ‘pa’ todo.
Y luego, también por allí junto a unos chopos ‘pa’ la parte de ‘Gustillo’ allí teníamos otro pozo que salía un agua calentina por el invierno, que se agradecía.
Cuando estaba lejos el pozo, se llevaba la ropa en el burro y cuando no, pues la llevábamos a cuestas.
Con la llegada del agua corriente a las casas de Llombera, en el año 1963, los lavaderos y pozos de lavar perdieron poco a poco su razón de ser, pero hoy, tal vez debido a esa perspectiva que dan los años y que hace que se difuminen un poco los recuerdos de las penurias, para dar paso a las cosas gratas que se vivieron, al final (al menos en mí) queda de todo aquello, que todavía me tocó experimentar aunque fuera en los años de mi infancia y quizá también por eso, un recuerdo entrañable, cargado de nostalgia y emoción.
La Lastra:
Esta preciosa pozuca natural se encuentra a la orilla del camino, pasando el caño del Barrio Arriba, que lleva a La Era el Valle y llega a Samés. A su derecha y hacia arriba se encuentra El Pando, en donde hay tierras de labranza y huertos y a la izquierda El Barrio Arriba.
La Lastra, son unos serrascos que tienen unos huecos naturales a modo de pozas, que eran muy apropiados y se utilizaban para lavar la ropa.
El sistema por el que entraba el agua en La Lastra era el siguiente:
Antes, el camino no estaba tan bajo, venía casi a nivel con La Lastra y cuando llegaban las nevadas y empezaba a destemplar, se remanizaba agua por todos los sitios; El agua que manaba por abajo de El Pando y por junto al huerto de Celedonio, formaba una pequeña laguna y, más abajo, junto al camino, manaba otra pequeña fuente; Eran como chamargales que se iban encauzando para que llegara el agua a la poza.
Las mujeres llegaban a La Lastra con sus cestas o baldes de latón, llenos de ropa para lavar, muchas veces traían un balde en la cabeza y otro bajo el brazo, apoyado en la cintura, con las inevitables marcas que les dejaba en la piel el borde del balde...
Aprovechaban todos los huecos que había alrededor de La Lastra para ponerse a lavar, aunque el mejor sitio era por donde entraba el agua encauzada y todas procuraban llegar las primeras para cogerlo. Se arrodillaban poniendo debajo algún trapo de los que llevaban a lavar y así amortiguar un poco la durez y no hacerse daño en las rodillas; Había quien, si el marido era curioso o tenía el oficio de carpintero, no le faltaba en casa el cajón de lavar, hecho de madera con dos tablas por los laterales, una en el frente y otra por abajo y abierto por detrás para meter allí una almohadilla de lana que se hacía en casa, a la medida del cajón, para que las mujeres pudieran encajar allí sus rodillas y a la hora de lavar, ese cajón evitaba que el agua las mojara.
Lavaban la ropa enjabonando y restregando sobre las piedras de La Lastra, que de manera natural allí se encuentran, utilizando estas piedras a modo de tarja, aunque también se utilizaba la propia tarja de lavar, que es una pieza de madera rectangular con una serie de ondulaciones sobre ella que servían para que, al restregar la ropa sobre ese relieve, ésta quedase más limpia.
Tanto el cajón de madera como la tarja, sólo se llevaba a lavar si el pozo estaba cerca pues si quedaba muy lejos ya tenían bastante peso con el balde de la ropa como para llevar el resto de utensilios...
Se usaba para lavar la ropa jabón hecho en casa, aprovechando que se hacía la matanza, pues entonces la grasa abundaba, bien de sebo, de unto o de tocino, (la grasa sobrante del año se solía guardar en escudillas).
La forma de elaborar el jabón era la siguiente: Se picaba la grasa poniéndola a derretir junto con la sosa en agua caliente, se iba revolviendo y revolviendo hasta que se deshiciera, a veces, si no se revolvía bien, podía quedar algún trocín entero de grasa y luego salía en el jabón algún trocín sin derretir. También se le ponía un poco de jaboncillo (el que utilizaban las modistas para marcar la ropa) pues eso le daba algo de color.
Este líquido se echaba en una lata o un cajón de madera que previamente se había tenido en agua para que hinchara y así no se perdiera el líquido del jabón y se dejaba enfriar, pero no demasiado, pues así era mas fácil de trocear, antes de que endureciera del todo; Luego se colocaban los trozos, unos encima de los otros en una estantería donde les diera el aire, para que se endurecieran más.
Con el paso del tiempo se fue perdiendo esta práctica, pues al hacerse el gasto del mes en el economato de la empresa minera, entre todas las cosas, se compraba el jabón de lavar; Éste era en barras que traían unas pintas azules y luego se partía en casa; Dicen que este jabón, lavaba, incluso mejor que el otro.
A la bajera de La Lastra, en las últimas pozas, se atacaba con ropa ‘pa’ que no se marchara el agua. Allí echaban la ropa de la mina ‘pa’ que fuera amorgando a medida que iban lavando la otra ropa, todo el jabón se iba ‘pa’ donde estaba este pozo y asina se iba ablandando y se podía lavar mejor, ya que la ropa de la mina estaba negra como un tineo...
Cuando se veía que estaba el agua muy sucia, con una escoba de monte, se barría toda la poza bien barridina, hasta que quedaba limpia como una patena; Después volvía a llenarse de agua y, ¡lista para la próxima vez!
Esto hace bueno el refrán que dice: Días de mayo, días de amargura, apenas amanece y ya es noche oscura...
Se tendía la ropa en los sierros de la parte arriba del caño para que fuera escurriendo y secando;
(Una vez ocurrió que, lavando en La Lastra, a la hora de dejar escurrir la ropa, estarían llenos los sierros y la tendieron en los espinos de la sebe de la tía Justa, que vivía un poco por abajo de La Lastra y enseguida salió a ‘reñilas’ porque le tiraban los espinos abajo…).
Por el invierno, en esos días de sol, se aprovechaba para tender la ropa blanca en la nieve para que quedara más blanca y es verdad que nos quedaba como la pura nieve; Lavábamos tal que así: Mojábamos la ropa, le dábamos un jabón, sacábamos el jabón, le dábamos otro y a tender en la nieve hasta que el sol se quitara; Entonces era cuando se iba a recoger y nos encontrábamos que estaba tiesa como un garrote de lo helada que estaba y con esa friura íbamos ‘pa’ La Lastra y le sacábamos la nieve y el jabón y le dábamos otro. Nos dolían las uñas por el frío y metíamos las manos entre el pelo o debajo de los brazos para aliviar el dolor, ¡es increíble! Y todavía la dejábamos otra vez en el balde para, al otro día ponerla a secar por los serrascos que había allí por donde está ahora el depósito del agua pero más ‘pal lao’ de Bustillo, que allí por aquellos sierros nos secaba la ropa que daba gloria; Otras veces tendíamos por el 'prao' de la tía Justa, saltando la pared, pero como nos guipara ella, otra vez la riña... “malditas que tiráis to las parés, ir a lavar pa los infiernos...”
Llegando el mejor tiempo se tendía la ropa blanca "al verde" durante todo el día, para que se quitaran mejor las manchas; Se enjabonaba bien la ropa, se sacaba el jabón y se le daba otro, se tendía al verde y cada mujer tendía donde más cerca le quedara: En La Vallina, en Las Eras … Después, caldero de agua y regadera en mano se iba al ‘prao’ para, cuando se secaba la ropa, volverla a regar bien regadina y así cuantas veces fuera necesario, para evitar que salieran manchas amarillas en la ropa tendida, a consecuencia de lahierba; Cuando se recogía del verde, se lavaba bien y se tendía a secar.
Y después de este “tratado”, sobre cómo se lavaba la ropa antiguamente, continuamos con esos sitios maravillosos de nuestro pueblo a donde se acudía para realizar este menester:
Subiendo por El Suétano arriba llegabas al pozo de junto a casa María Rosa, donde también se lavaba, incluso más que en La Lastra, porque bajaba el agua del caño del Barrio Arriba y no faltaba nunca, no como en La Lastra que llegaba a escosarse (secarse) con la llegada del buen tiempo.
En el pozo había puestas unas losas de piedra todo alrededor para poder lavar y frotar la ropa en ellas haciendo las veces de tarja; Tenía también dos piedras grandes abajo y por afuera, ‘pa’ que cuando se lavaba la ropa de la mina, hacerlo sobre estas piedras evitando así que esa ropa, llena de carbón, ensuciara el agua en demasía; A la mujer que estaba lavando más para la orilla de abajo del pozo se le ‘pasaba’ esta ropa, diciéndole: “¡hale, dale tú un poco ‘pa’ que no se nos ensucie tanto el pozo” y ella le daba dos o tres jostreaos y la echaba ‘pa’ fuera; Así lo hacíamos. El pozo, cada ocho días o así había que abrirlo y quitarle toda la arena y la suciedad; Se barría bien barrido, lo lavábamos bien y se volvía a tapar de nuevo poniendo tapines y piedras, pero siempre se nos marchaba algo de agua por los ‘laos’; Quien lo retacaba muy bien era María Rosa, a ella no había quien le pusiera el pie, lo retacaba de una manera con los tapines y piedras que no se marchaba ni una gota de agua.
Los mejores sitios para lavar, todo el mundo los quería, (aunque había que madrugar 'pa' cogerlos) bien porque eran más cómodos de postura para lavar, bien porque ese sitio estaba cerca del chorro de aonde bajaba el arroyo. A veces se cotaban las piedras, o sea, se ponía un trapo de los que ibas a lavar, encima del sitio a acotar, ponías una piedra y ya estaba ‘cotao’, lo que pasa es que, si iban llegando las mujeres y no llegabas tú y no había sitio bastante, te acababan quitando lo ‘cotao’; Alguna vez, la duda de si valía o no valía acotar, ha servido de discutinio.
Los pozos de lavar sirvieron también como punto de encuentro o lugar de reunión de las mujeres y cuántas veces las madres que iban a lavar, tenían que llevar con ellas a sus hijos más pequeños que, dicho sea de paso, una manera de entretenerlos era darles un pañuelín o unos calcetines o cualquier trapuco, ‘pa’ que lo lavaran y así además, ya se iban acostumbrando a las labores del lavar, en mi imaginación las veo arrodilladas allí, junto a la madre, restregando la ropa en aquellas piedras, con esas carinas y esas trenzas largas, sus dedos arrugaínes y sus manucas coloradas por el agua helada, arrecías de frío…
Ésta era una dura y trabajosa labor, sobre todo en el invierno que con temperaturas tan bajas a veces tenían hasta que romper el hielo para poder realizar el trabajo. En una ocasión había ido a lavar María con su hija Ofelia y tuvieron que dejarlo por imposible porque, cuando se pusieron a lavar la ropa, de lo fría que bajaba el agua, no entraba ni el jabón.
La lana
Cuando venía el buen tiempo allá por mayo o junio se esquilaban las ovejas a tijera; A la lana que salía de cada oveja se le llamaba vellón y la esquilaban y salía el vellón casi entero; Cuando una pareja de novios se casaba y se ponían solos (se iban a vivir a su casa), compraban los vellones de lana para hacer el colchón.
La lana se aprovechaba también para hacer almohadas y también se preparaba para hilar y hacer jerseys, calcetines... Y la que sobraba se vendía; (Antes, la lana se vendía muy bien).
Preparación de la lana:En un balde bien grande se llenaba de agua templada, se metía allí la lana y se dejaba un buen rato a remojo; Se solía ir a lavarla ‘pal’ río, también ‘pa’ La Lastra, le dabas ‘pa’ arriba ‘pa bajo’, un agua tras otra hasta que saliera limpia; A veces se ponía en una cesta y, al esjuagarla ya iba ‘caendo’ por los agujeros el agua sucia y la grasa que tiene la lana; No se necesitaba jabón ni nada porque la lana tiene una finura, una cosa, como si fuera detergente natural, mientras más la lavabas más finas se te quedaban las manos; Después se dejaba escurrir y luego se tendía al sol, esparciendo bien la lana por los sierros de junto al río o por los de La Lastra porque no eran muy altos o por los espinos para que secara. Se le ayudaba a secar dándole vueltas de un lado y otro. Cuando ya estaba bien seca, se cogía y se vareaba bien con unas varinas a propósito ‘pa’ eso y se ponía la lana sobre unas mantas traperas o sobre un somier; Se iba golpeando con dos varas, una por un ‘lao’ y otra por el otro hasta conseguir hacerla buena; Caían todos los residuos ‘pa’ abajo y la lana quedaba arriba que, mientras más se vareaba, más esponjosa se ponía y así ya estaba lista para hacer los colchones; Según la íbamos vareando, la que iba quedando guapina la íbamos colocando en el colchón (la mitad de la tela) y cuando estaba bien colocadina, entonces le dabas a la otra tapa del colchón ‘pa’ arriba y se cosía por los ‘laos’ y ya les teníamos hechos unos agujeros y con unas cintas y unas agujas largas de coser colchones, se enhebraba la cinta, se metía por un ‘lao’, se sacaba por el otro y se volvía a meter la aguja ‘pa’ arriba y ‘pa bajo’, una y otra vez hasta que se ponían todas, luego se ataban bien atadas. Les poníamos nueve cintas de tres en tres.
Todos los años por San Pedro solíamos hacer los colchones, pero no se lavaba la lana, sólo se vareaba; Lo que sí se lavaba era la tela del colchón.
Para utilizar la lana en la confección de ropa, se espellicaba bien espellicada, se ponía en una rueca y se hilaba, después de hilada se torcía, (me cuenta Sión que siendo ella niña, cuando la abuela Anastasia hilaba, se subía a un sitio en alto para sujetar el fuso de torcer); Con el fuso de torcer se torcía la lana y se hacía una pelota muy grande en el fuso y cuando ya no cabía más, se sacaba y otro; Después se hacían las madejas, se ponía uno con los brazos abiertos y otro le iba arrebuciendo la lana en los brazos; Cuando ya era la madeja bastante grande, se ataba arriba y entonces era cuando la lavábamos: Se metía en agua templada, se enjabonaba y se aclaraba; Se ponían a secar al sol y cuando secaban bien se hacían los ovillos, enganchando la madeja con los dos brazos y otra persona formaba el ovillo; si estaba uno solo, se enganchaba por ejemplo, en el respaldo de una silla y desarrebuciendo la madeja poco a poco, ibas formando el ovillo. Se solían tejer jerseys o calcetines, éstos se podían hacer con dos agujas o con cinco, con dos agujas se hacían muy bien lo que pasa es que había que unirlos por atrás por los carcaños, de esta manera se hacían enseguida, pero con cinco agujas quedaban perfectos. Los calcetines se dejaban blancos, no se teñían.
Los jerseys se hacían con lana negra y con lana blanca, ésta se podía teñir: Se compraba una papeleta de tinte del color que se quisiera y se ponía un caldero en la lumbre, se echaba un ‘puñao’ de sal y se echaba la papeleta y cuando empezaba a hervir el agua se metía allí la prenda, se tenía cociendo un poquitín dando vueltas con un palo, luego se quitaba del fuego y se dejaba el caldero en el suelo, hasta el otro día en que se iba al caño a aclararla bien.
Las calas del jabón que iban quedando por casa, se cocían en una pota y ésta era la forma de tener detergente, que luego se echaba para un balde donde se ponía a remojo la ropa de la mina, después se llevaba ‘pa’ los pilones del caño: Primero se lavaba en el lavadero (sobre su piedra se restregaba muy bien la ropa, aunque algunas mujeres llevaban tarja) y por último se aclaraba en el pilón grande;
La ropa de la mina se lavaba y se cosía o se repasaba el domingo pues era el día que descansaban... Esta ropa era de mahón (una clase de tejido) y se hacía en casa; Cuenta mi tía que, cuántos pantalones y camisas hizo ‘pa’ los sus hermanos en casa Lola, porque Lola cosía más ‘pa’ hombre que ‘pa’ mujer. Antes la ropa se hacía toda en casa, pantalones, camisas, calzoncillos, todo.
Y, prosiguiendo con los pozos de lavar diré, que también se lavaba en el arroyo de La Vega Honda; Había quién, aprovechando que llevaba ‘pa’ allí las ovejas o las vacas pues, de paso, lavaba la ropa; También se aprovechaba ese tiempo para coser, hacer punto, etc...
En Marniles también se lavaba, por donde están los chopos, que baja el agua de por allá arriba de detrás de La Peña (por entre La Peña y Montecillos), por allí debía nacer y bajaba el reguerín por allá abajo y allí mismo hicieron un pozo para poder lavar la ropa.
También se lavaba por El Río, más o menos enfrente del sierro de La Cueva el Río, pues por allí había algo de poza hecha del arroyo que baja de Tabliza.
En El Pozo el Sierro, bajando de Los Pontones ‘pa bajo’ antes de llegar al camino que sube 'pa' ir a Orzonaga, allí también se lavaba.
En Los Pontones en la vuelta aquella de la carretera de la mina, hacia donde está el puente que tira ‘pal’ arroyo de Carresalguera, allí había otros dos pozos hechos con el agua de ese arroyo.
Otro sitio precioso donde se lavaba, era ‘pa’ La Fuente el Rugidero; (En una ocasión iban dos mozas a lavar a esa fuente, aprovechando que habían ‘echao’ las vacas a comer ‘pa’ allí y, como quedaba lejos, llevaron el burro, cargando en el serón las cestas con la ropa, cuando de repente salieron de entre la mata dos lobos; Ellas llevaron un susto de muerte y los lobos seguro que también porque salieron corriendo mata alante como una centella).
También se lavaba por abajo El Pando, cerca del huerto de Celedonio; allí salía el agua calentina que daba gusto.
Detrás del Alto la Lomba, en La Fuente la Canal, allí se podía lavar y también disfrutar de un paraje precioso, con una vista de frente impresionante y por donde se encuentra La Mata la Canal, otro monte hermosísimo donde solía irse a por hoja para el ‘ganao’ y por leña ‘pa’ la lumbre, qué recuerdos...
Se lavaba también en otra “Fuente la Canal”, que hay cerca de Collagudina, allá ‘pa’ el hayedo de Orzonaga.
Donde está hoy el merendero de Fonfría y aunque el agua estaba como su nombre indica… , también había gente que iba a lavar allí.
‘Pa’ Detrás de las Fuentes, había un pozo ‘pa’ lavar y otro ‘pa’ aclarar; Esta agua venía de La Poza la Cerezal que queda ‘pal’ Alto la Lomba, y siempre, siempre manaba.
Por Las Cárcavas había otro pozo hecho todo con piedras alrededor, pues como bajaba aquel arroyo de agua...
Allí vinieron alguna vez de Santa Lucía porque decían que “el agua de Llombera era mejor, que lavaba mejor sin jabón que la de Santa Lucía con jabón...”
‘A ton’ de este arroyo contaré una anécdota: Había un puentín por encima, ‘pa’ entrar en casa Ofelia y bajaba Maite con un ramuco de flores de plástico en la mano y Marifeli, tal vez porque ya de aquella, le repatearan las flores de plástico, o vaya usté a saber por qué, ni corta ni perezosa, se las arrepuñó y las frondeó 'pal' reguero; Entonces Maite, que era muy pequeña también, dice muy enfadada, llamando a Ofelia:¡Tía, a esta guaja la ‘fondo’ al reguero, que me tiró las flores!)
Y volviendo a los pozos...
‘Pa’ allá de la casa de Nides bajaba un arroyo y en el mismo arroyo, se lavaba.
‘Pa’ detrás de la casa de Celsa había otro pozo, donde se iba mucho a lavar, quizá por la cercanía con las casas.
Por abajo del cementerio y un poco más allá, había otro pozo que le llamaban La Fuente el Caño.
También se lavaba donde estaba la fuente del Barrio Arriba antes de que se hiciera el caño.
En La Fuente, ‘pa’ allá de la huerta de Sión, había un manantial que daba y da nombre al paraje, a la vez que un agua muy buena. Tenía una piedra por los ‘laos’ enorme y otra encima y se encontraba muy profundo, por lo que había que agacharse muchísimo y meter la cabeza ‘pa’ coger los calderos de agua y vaciarlos en el balde y así es como se iba lavando allá afuera con una tarja o una piedra que poníamos; Esa agua también se llevaba ‘pa’ casa ‘pa’ beber y fregar y ‘pa’ todo.
Y luego, también por allí junto a unos chopos ‘pa’ la parte de ‘Gustillo’ allí teníamos otro pozo que salía un agua calentina por el invierno, que se agradecía.
Cuando estaba lejos el pozo, se llevaba la ropa en el burro y cuando no, pues la llevábamos a cuestas.
Con la llegada del agua corriente a las casas de Llombera, en el año 1963, los lavaderos y pozos de lavar perdieron poco a poco su razón de ser, pero hoy, tal vez debido a esa perspectiva que dan los años y que hace que se difuminen un poco los recuerdos de las penurias, para dar paso a las cosas gratas que se vivieron, al final (al menos en mí) queda de todo aquello, que todavía me tocó experimentar aunque fuera en los años de mi infancia y quizá también por eso, un recuerdo entrañable, cargado de nostalgia y emoción.